Hoy día tenemos más opciones de programación que nunca antes en la historia – podemos ver televisión, escuchar podcasts, ver videos en YouTube. El consumo del contenido de medios masivos y en línea se ha vuelto parte de nuestro proceso de socialización. Estas programaciones, en cierta medida, forman nuestro imaginario colectivo en relación a las dinámicas sociales y sirven como espacios de validación o condena para lo que se esté presentando. Actualmente, el contenido disponible en los medios y en línea presenta una diversidad de personajes que a simple vista podría parecer sumamente abarcadora. Sin embargo, aunque el número de personajes representativos de personas LGBTT, Latinas, con diversidad funcional, entre otros, ha aumentado en los últimos años, sus narrativos siguen siendo uni-dimensionales y a menudo estereotipados. Es decir, solo se presentan personajes enmarcados en ciertas características. Por ejemplo, el hombre gay afeminado o la mujer latina seductora y así por el estilo. Según datos provistos por GLAAD, entre el 2016 y el 2017 se estimaron unos 895 personajes con participación regular en programas categorizados como Prime Time, de éstos, solo 43 (4.8%) se identificaron como LGBTQ. Los números son aún más limitados cuando se trata de representación latina, solo el 8% de los personajes regulares en programas Prime Time eran Latinos.
Este patrón es desafortunado porque se ha confirmado que las representaciones positivas de personas LGBTT ayudan al desarrollo de destrezas para la resiliencia y el manejo efectivo de la vida. No solo es la ciencia la que nos dice esto, sino que podemos hacer un recorrido en línea y encontrar artículos, Tweets, posts, acerca de cómo el acceso a personajes con los cuales las personas se pueden identificar ha cambiado vidas. Una de mis favoritas es una historia de hace unos dos años que publicó Vox. Mediante una serie de Tweets una empleada de una tienda de comics comparte un encuentro con una joven quien a través del programa Supergirl vió que una mujer lesbiana podía ser aceptada y valorada. Luego de intentos suicidas y años de depresión, ese arco narrativo le dio esperanzas de que su vida también podría terminar en un final feliz. Como esta historia hay muchas acerca de cómo la representación en los medios puede cambiar vidas, para bien y para mal.
En Puerto Rico, la representación de personas LGBT en los medios ha estado limitada a personajes que rayan en la caricatura y se utilizan como vehículo para desarrollar comedia a base de burla o rechazo a la diversidad sexual. Personajes como Florencio Melon Pujalls o la Buchi, populares en nuestros medios masivos, sirven para reforzar estereotipos negativos que a su vez generan prejuicios sociales hacia las personas LGBT. Aún personajes como Luiso, también conocido como el Chupi, cuyo propósito – de acuerdo al actor que le da vida al personaje – es visibilizar y normalizar la presencia de las personas LGBTT en los medios, se valen de estereotipos que han sido y siguen siendo dañinos para estas poblaciones.
Al contrario, una representación inclusiva fomenta la visibilidad de la amplia diversidad de personas dentro del espectro LGBTT a través de narrativos cotidianos más allá de centrarse en la categorización por diversidad sexual. Teniendo en cuenta que aún falta mucho para llegar a representaciones que consistentemente promuevan versiones positivas de las poblaciones LGBTT, es importante considerar cómo consumimos estos contenidos. Se ha demostrado que las representaciones negativas en los medios de minorías sexuales, raciales, entre otros, pueden tener repercusiones en la salud mental y física de quienes forman partes de estas poblaciones. La visibilización de poblaciones tradicionalmente marginadas puede servir para retar prejuicios existentes y crear un nuevo paradigma. Como consumidores debemos tener un acercamiento crítico a los personajes que se presentan tanto en programas televisivos como representaciones en línea para reconocer narrativos estigmatizantes.